La Pareja Humana

<p><em>En el proceso que da origen al lenguaje y al conversar como parte definitiva de lo humano en nuestros ancestros primates, hay una emoción básica que tuvo que estar presente como trasfondo permanente para que eso ocurriera: el amor.</em></p&...

Full description

Bibliographic Details
Main Author: Alvaro Villar Gaviria
Format: Article
Language:Spanish
Published: Editorial Kimpres 2000-12-01
Series:Medicina
Subjects:
Online Access:http://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Revistamedicina/article/view/656
Description
Summary:<p><em>En el proceso que da origen al lenguaje y al conversar como parte definitiva de lo humano en nuestros ancestros primates, hay una emoción básica que tuvo que estar presente como trasfondo permanente para que eso ocurriera: el amor.</em></p><p><em>El amor, entendido como la aceptación del otro como un legítimo otro, en la convivencia.</em></p><p><strong><em>Humberto Maturana: El sentido de lo humano</em></strong></p><p><em>Estaba contra toda razón científica que dos personas apenas conocidas, sin parentesco alguno entre ellas, con caracteres distintos, con culturas distintas, y hasta con sexos distintos, se vieron comprometidas de golpes a vivir juntas, a dormir en la misma cama, a compartir dos distintos destinos que tal vez estuvieran determinados en sentidos divergentes.</em></p><p><strong><em>Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del colera</em></strong></p><p><em>Nada se parece tanto al infierno como un matrimonio feliz. Gabriel García Márquez: Diatriba de amor contra un hombre sentado.</em></p><p>Hay un vector primordial que ha estado en mí desde siempre -quizás adquirido a través de algunos de mis genes: la curiosidad, que me condujo, hace ya muchos años, a indagar por cuanto me rodeaba; que desde luego comprendía los seres humanos. Es en esa saga metafórica donde se entreveran los recuerdos, en los múltiples avatares y en las vicisitudes, unidos confusamente en la memoria, sin hilación alguna.</p><p>Pero bien, sé que debo concretarme en un intento, no siempre logrado, de escapar de la asociación libre. Ese intento, que es impuesto por la pertinacia, es la dicha curiosidad acerca de cómo ocurren las cosas en los seres humanos, es decir, de la fisiología. Pero resulta que no hay una enseñanza universitaria con ese referente exclusivo. Así, hube de comenzar los estudios de medicina, que me ofrecían esa oportunidad inicial. Pero con esos conocimientos no podía hacer nada -si acaso enseñarlos en un hipotético auditorio. Al mismo tiempo se me abrieron las posibilidades de continuar y de terminar una carrera que -en su casi totalidad- resultó apasionante.</p><p>Y aprendí no sólo cómo funcionamos los seres humanos, sino cómo y por qué -al menos en muchos casos- nos enfermamos. Y también, en otros tantos, cada vez en mayor medida, podemos tomar parte en la mejoría o en la curación. Mas luego -y no podía ser de otra manera- la misma curiosidad me condujo al intento muchos años sumergido en lo vano- de comprender cómo y por qué ocurren los hechos en esa abstracción convencional que llamamos la mente.</p><p>La terrible experiencia frenocomial, matizada en buena hora, por la calidez de los colegas, por su humanismo resistente al influjo del entorno, me enseñó muchas cosas que luego he necesitado olvidar en la medida de lo posible, dentro de la bruma cómplice de la memoria.</p><p>Una de ellas, que abandoné antes de dos décadas, fue en parte el trabajo individualista, el carácter lineal de las enseñanzas de la medicina, luego el incoherente de la psiquiatría tradicional, que vino a ser transformado por el entrenamiento en psicoanálisis. Todo -me enseñaron- ocurría dentro de la persona. Las condiciones ambientales del mismo Hospital –llamado con el denigrante nombre de Asilo- no importaban. Tampoco las referidas a la clase social, a las circunstancias de sus vidas y del lugar de su nacimiento, con sus peculiaridades.</p><p>Un hecho fue trascendental, nunca imaginado antes: el análisis personal-doloroso, enriquecedor en grande cuantía- me abrió dos mundos nuevos: el mío propio y el de buena parte de otros seres humanos. La no vista dimensión, la social, me la procuró el difícil y largo estudio del marxismo. Tan largo, que creo no poder terminarlo nunca...</p>
ISSN:0120-5498
2389-8356