Summary: | Las transformaciones culturales de América Latina y el Caribe durante la segunda década del siglo pasado sentaron las bases para la aparición de un nuevo tipo de lector: el aficionado pobre. Sostener que José Lezama Lima —uno de los autores más librescos de toda la literatura— es un lector aficionado puede causar sorpresa. Sin embargo, uno de los rasgos más destacados de su formación intelectual parece justificar esta premisa. Al igual que el aficionado pobre descrito por Beatriz Sarlo en su estudio sobre la vida intelectual argentina en la década de 1920, Lezama se formó como lector gracias al éxito que tuvo la industria del libro económico en Hispanoamérica a partir de 1920. Si no hubiera sido por estos libros baratos, en su mayoría traducciones, ¿de qué otra forma habría podido Lezama, desde La Habana y con un salario que nunca dejó de ser exiguo, llegar a formar una biblioteca de más de 10 mil volúmenes? ¿Cómo habría podido acumular y digerir un patrimonio cultural tan vasto? El objetivo de este artículo es mostrar que existe una relación entre el proyecto intelectual de Lezama y la formación de su biblioteca personal. En particular, me interesa mostrar cómo esa vocación por la desmesura que caracteriza su obra es anticipada por los también desmesurados programas editoriales y de traducción de editoriales económicas como Tor, Espasa-Calpe, Losada o Ercilla.
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