Summary: | Este artículo encara una vieja paradoja de la educación moral: la aparente imposibilidad lógica entre elegir la transmisión de valores consensuados, e impulsar el ejercicio autónomo de la razón. La autora se sitúa en una postura que entiende al aprendizaje humano como el resultado de la interacción entre procesos individuales de desarrollo y adquisiciones de conocimiento; asume al conocimiento como una categoría sujeta a criterios de verdad, y a éstos como precedidos de acuerdos valorativos. La transmisión de ciertos consensos comunitarios, sostiene, no sólo es inevitable, sino básica para el desarrollo del juego deliberativo autónomo y el ejercicio de la inteligencia crítica. La autora advierte, sin embargo, que la mera transmisión de principios y valores aprobados supone el riesgo de conformar la educación moral sobre una dirección heterónoma de la conducta y que evitar tal riesgo es una tarea ineludible de los educadores. Propone, para ello, acudir a una forma de "pluralidad razonable" que John Rawls asigna a su concepto de "consenso traslapado".
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