Summary: | El sistema democrático de los Estados Unidos ha sufrido, desde hace ya varios años, una severa transformación en la cual los medios de comunicación desempeñan un papel primordial. La nueva realidad tecnológica ha quitado la centralidad en la articulación de la deliberación pública a los medios tradicionales: la televisión, la radio y la prensa. Hoy conviven con plataformas como Facebook, Twitter o Instagram que son accesibles a todos y que pueden formar redes independientes y hacer circular información, en múltiples sentidos, provocando una atomización de la conversación pública. En ese contexto, las posibilidades de los medios tradicionales de conducir el debate político se reducen, como se comprobó en las campañas del 2016 y lo vemos ahora de cara al proceso electoral del 2020. Con el triunfo de Donald Trump el término “fake news” adquirió una connotación de arma arrojadiza en contra de sus críticos y hoy es una de las principales amenazas a la integridad de la deliberación democrática. Por esta razón, es legítimo preguntarse si la apuesta de Trump por hostigar a los medios tradicionales es una amenaza para la integridad del sistema democrático o puede la democracia sobrevivir con una conversación polarizada y confrontacional, plagada de mentiras y manipulación de datos personales.
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