Summary: | La estabilidad de los regímenes democráticos se garantiza cuando el Estado de Derecho produce vías de comunicación horizontal para que los derechos humanos se ejerzan en plenitud, libertad gubernamental y en ecosistemas donde florezcan comunidades integradas, resilientes, participativas y gobernables. En este contexto, los espacios públicos son el entramado natural para modelos de inclusión derivados de la participación activa de los ciudadanos. No obstante, existe la posibilidad de convertir a los regímenes del consenso en plataformas para descalificaciones y polarizaciones ideológicas, todo ello como subproducto de un franco debate de libertades en donde diferentes posturas ideológicas incentiven la anomia. Anomia no es autoritarismo; tampoco subordinación a la voz de las mayorías; mucho menos alineaciones a regímenes social-demócratas o de extrema derecha. La anomia es una condición que subraya las ausencias de mecanismos regulatorios para impulsar reestructuraciones normativas a partir de colectivos que trazan sus prioridades desde una convivencia activa con diferencias. La anomia sobrepone al individuo a la ley y se normaliza una visión hobbesiana del hombre por el hombre sin Leviatán que los regule.
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