Recuerdos de Infancia y Juventud

<p><em><strong>Durante la Sesión Solemne del día 26 de Junio de 1986, la Academia Nacional de Medicina recibió como Miembro Honorario al Dr. Carlos Sanmartín Barberi, quien en esa ocasión pronunció las palabras que aparecen a continuación.</strong&...

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Bibliographic Details
Main Author: Carlos Sanmartin Barberi
Format: Article
Language:Spanish
Published: Editorial Kimpres 1987-04-01
Series:Medicina
Subjects:
Online Access:http://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Revistamedicina/article/view/1073
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description <p><em><strong>Durante la Sesión Solemne del día 26 de Junio de 1986, la Academia Nacional de Medicina recibió como Miembro Honorario al Dr. Carlos Sanmartín Barberi, quien en esa ocasión pronunció las palabras que aparecen a continuación.</strong></em></p><p>Señor presidente de la Academia Nacional de Medicina, señores miembros de su Junta Directiva, señores académicos, señoras, señores:</p><p>Héme aquí, antes de nada, para agradecer -ex tato corde- la manera generosa como esta Academia me abre sus puertas, para acogerme como miembro honorario en esta solemne y, para mí, sobrecogedora ocasión.</p><p>Mi sorpresa ante tan inesperada y alta distinción creció y de igual manera lo hizo mi sensación de desconcierto, cuando al leer el reglamento de la Academia me percaté de todo el significado de esta posición y de los requisitos que se exigen para ser galardonado con la presea que hoy se me otorga. El que se haya creído que yo los llenaba hace mayor mi reconocimiento con la Academia y muy en particular hacia el académico José Francisco Socarrás quien tan gentilmente propuso mi nombre para tal honor.</p><p>Equivocadamente se suele creer que la dignidad de académico honorario significa algo así como un tranquilo y descansado remanso, para premiar una vida de esfuerzo y consagración a un ideal. No lo creo así, en absoluto. Aquí el reglamento mencionado es claro y preciso, cuando estipula que: “los miembros honorarios tienen los mismos privilegios y deberes que los miembros de número”. Aún si las normas no lo señalasen, esté seguro señor presidente y tranquila la Academia, que no consideraré como regalada y cómoda poltrona el sillón que hoy entro a ocupar, y que daré a ella, con todo ahinco y dedicación, el máximo de mi esfuerzo.</p><p>Hay un privilegio, es verdad, que tienen los miembros honorarios durante la ceremonia de su investidura. Me refiero a que el tema de su exposición es, en cierta manera, libre sin estar sometido a revisión o crítica para ser aceptado, ni a cortapisas editoriales si acaso se decide publicar el texto de su discurso. Que no se exija forzosamente la presentación de un trabajo científico original e inédito, quiere decir que está reconociendo la Academia las publicaciones, pocas o muchas, que al agraciado recipiendario ha hecho anteriormente en el curso de su vida y que ellas se han tenido en cuenta para que reciba y disfrute el galardón más alto que ella confiere.</p><p>El título de un discurso se pone generalmente cuando se ha terminado su redacción. Bastante medité sobre el que daría al mío -pues alguno había de tener-o Tras de elegir algunos y desechar otros tantos, creí que uno adecuado podría ser “Recuerdos de Infancia y Juventud”, que sin presumir de original y novedoso se presta para rendir tributo a Ernesto Renán, artífice magistral de la prosa francesa, quien escribiera, entre otros, uno de los libros que más he disfrutado “Souvenirs d’Enfance et de Jeneusse”.</p><p>Mi charla será esencialmente recordativa, sin que se trate -así pueda parecerlo- de aquella situación que tan hermosamente describiera, con su característico manejo de la lengua inglesa Lord Dunsany en su fantástico relato “Carcassonne”, que forma parte de un libro pequeño, insuperable y no muy conocido: “A Dreamer’s Tales”. Allí decía, al describir a los extraviados guerreros de Camorak: “ya se les había blanqueado la barba y habían viajado muy lejos y arduamente. Y les había llegado la hora cuando el hombre, descansando de sus penalidades sueña adormilado, más con los años que se fueron que con los que han de venir…”...</p>
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