Summary: | Doi: 10.12957/riae.2015.11698
El horizonte discursivo de la educación se ordena al mundo administrado, nominaciones y categorías toman sus propias fantasmagorías por apariciones autónomas. El mundo de la pedagogía, el de la escuela, parecieran demasiado poblados de clichés que ya no se interrogan; repeticiones, rituales, convenciones y verdades se nos dan como algo evidente. Los imaginarios pedagógicos son ese sustrato del que se alimentan sentidos, significaciones y comportamientos; lugar de creatividad, pero también su límite. Este texto analiza los modos de esa visibilidad entre los discursos y las prácticas, intentado tensionar el campo pedagógico en un movimiento sobre sí mismo: el que pondría en cuestión pedanterías, visibilidades enmarcantes, estereotipos y lógicas procesuales, abriendo a pensar la educación como experiencia.
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