| Summary: | Se discuten en este artículo, las repercusiones que el debate en torno de una superación de la modernidad y la supuesta instauración de una posmodernidad, traen para la educación como campo de conocimiento, especialmente para la investigación en el mismo. Se discute críticamente la tesis de que viviríamos una posmodernidad, dando énfasis a esta afirmación en el ámbito del pensamiento social, principalmente porque se comprende que esa expresión no tiene la fuerza y la intensidad de un concepto filosófico, acabando vacía de sentido. Se resalta que uno de sus primeros usos en el campo de la filosofía, hecho por Lyotard, se dio como un adjetivo y no como un sustantivo, lo que hace una significativa diferencia. Además del debate sobre el fin o no de la modernidad, se opta por la noción de hipermodernidad, propuesta por Lipovetsky, como forma de caracterización del mundo contemporáneo, buscando comprender sus implicaciones. Por otro lado, el autor reconoce las importantes contribuciones de la tesis que afirma la posmodernidad, principalmente en sus aspectos epistemológicos y políticos, en la medida en que descentra el foco de análisis. Caracteriza el presente debate como una tensión entre dos imágenes del pensamiento que no son absolutamente nuevas, pero que adquieren especial relevancia en la contemporaneidad, defendiendo que debemos asumir esa tensión, desde aquello que ella presenta de posibilidad creativa que no paraliza el pensamiento.
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